Cuando pienso en la cantidad de personas que tienen en desuso unos Dones increíbles y unos Talentos maravillosos con los que podrían vivir una vida de abundancia (y no digo ‘en la abundancia’… digo ‘de’ abundancia, en todos los sentidos), me siento como si me hubiesen otorgado un súper poder mágico para curar el cáncer y de repente el mundo va y se encapsula dentro de una campana de cristal blindado. Lo veo, pero no lo puedo tocar, ni modificar.
Seguro que a muchas personas les pasa esto mismo que me sucedía a mí. Hace no mucho tiempo atrás, apenas unos años de los poquitos que llevo en esta vida (nací tardísimo, en el 69), dejé de preguntarme y de sentir esto, de una forma natural y espontánea. Fue debido sencillamente a que comprendí instintivamente la razón de mi gran inquietud y aquí te la quiero compartir, en mi blog -> https://chemajareno.com
No importa cuánta visión yo pudiera tener, ni si mi nivel de percepción es vanamente superficial o llega allá hasta lo más profundo del Ser. No importa cuántas personas puedan tener en su haber la gran súper receta-fórmula para curar un cáncer de cuajo, ser profundamente felices, o cuántas personas estén sobradamente despabiladas y en la capacidad de llevar una vida de absoluto bienestar y plenitud. Nada importa realmente si en ellas (si en sí mismas) no surge la gran pregunta: ¿cómo lo hago para lograrlo? ¿Qué es lo que no puedo ver? ¿Qué me impide reconocer el camino hacia ese resultado?
Cuando uno no lo desea, cuando uno no actúa con la adecuada determinación, yendo definitivamente a por ello (como si no hubiese un mañana) y uno no tiene esa misma inquietud que sentí yo de alcanzar una respuesta rotunda y clara… entonces nada sucede, nada se mueve. ¡Nada cambia! Por eso nuestra intención es clave en este menester.
¿Y quién soy yo pues para tratar de poner orden en la casa de quienes prefieran seguir comiendo carne y bebiendo alcohol todos los días? Nadie. Ni por más que lo medite y que sueñe con ello, nunca lograré sacar al mendigo de sus propios prejuicios para dejar de hacer la calle. En verdad, que no soy nadie. Apenas un pequeño puente, un soñador iluso, como John Lenon cantante de los Beatles, que a veces ni logro alcanzar a ver la utilidad que tiene cambiar la percepción de las cosas. Pero hoy sé que es un asunto demasiado importante como para seguir teniendo intención de transmitir al mundo un camino para la Felicidad absoluta.
A pesar de todo, sé que quienes cruzan este ‘puente’ y vienen con un poco más de humildad, fe en sí mismos y una mayor autoconfianza, por probar aquello de sentir un poquito lo que sucede del lado de los sueños que se cumplen… automáticamente, ¡sonríen maravillados! ¡Wow! Es como si la esperanza les envolviera de sopetón y se los llevase teletransportados hacia la luz. Como si una fuerza infinitamente paciente les determinase a encontrar la gran Verdad que corresponde a su ferviente necesidad de dar con respuestas, grandes respuestas.
Y estos… sí quieren. Se eclipsan un poco, pero quieren más. Y esa emoción que les embarga y encandila el corazón, se les arraiga adentro en un ‘no quiero volver a perder el norte de mi alma’.
Como a mí me paso exactamente esto, en el eclipse… ahora soy yo quien sonríe, pues recibo a los despiertos con igual sorpresa, pero desde la magia de la vida, desde el sentir por compartir, desde la solidaridad, desde el sentido de la ayuda genuina y el talante ayudador que me caracteriza desde muy niño.
Siempre soñé con ayudar y con servir a los demás en el mundo de un modo que más bien se asemejaba a ‘salvar’ que a ‘ayudar’, pero nunca supe hallar el modo de hacerlo… o quizá es que nunca me concedí la oportunidad de hacerlo primero conmigo mismo, de ayudarme a mí mismo. Y quizá por eso iba por el camino equivocado. Ya no pretendo salvar a nadie… ¡negativo! Eso es cosa de cada uno. Pero sé que mi camino tiene sentido y que sirve. También sé que apenas alcanzará a inspirar a unos pocos. Quizá muy pocos… ¡Para mí ya es suficiente!
¡¡¡Namasté!!!